[Continuación del artículo anterior]
Terminaba el artículo anterior explicando cómo se llegó al concepto actual de universidad. Concepto, que últimamente está recibiendo más palos de los debidos. Claro, siempre es mi opinión, así que intentaré explicarla en este artículo.
Las universidades son la equivalencia actual a a un Ágora, a la Academia de Platón. Es decir, al lugar donde en la Grecia Antigua se reflexionaba y se sintetizaba el conocimiento. Las universidades requieren rigor científico, reflexión, pensamiento crítico, que lo que dice el profesor no va a misa. Investigación en todas las materias del conocimiento humano.
La Grecia antigua era conocida por su afición a la ciencia. A pensar, a reflexionar, a ser crítico. Roma era conocida por aplicar esos conocimientos, por ser unos grandes ingenieros que aplicaban esa sabiduría. En la universidad aprenderemos ambas cosas. Seremos griegos y romanos. Unas clases con el método socrático de diálogo para la generación de conocimiento, con el complemento de poner en práctica dichos conocimientos en el laboratorio como hacían los romanos en sus calzadas, puentes y arcos (entre muchos otros geniales inventos). Esto sí que es la universidad.
Hace unos días, el conocido empresario Martín Varsavsky escribió un artículo en su blog sacando a colación la poca relación que aparentemente se da entre el éxito académico y el profesional. Señalaba que en general los mejores estudiantes, se hacen ejecutivos y les va bien, pero que ninguno se hace emprendedor de éxito, ya que la educación universitaria actual forma personas que saben seguir instrucciones, ejecutar, pero no crear empresas. Concluía que muchos de los que crean empresas en la actualidad (emprendedores) ni siquiera terminan la universidad y otros muchos ni la empiezan.Como le comenté en su blog, me parece una visión muy reduccionista afirmar que “son pocos los que triunfan en la universidad y también en la vida”. Considerando la enorme varianza que existe y las pocas posiciones profesionales que son consideradas de éxito en la actualidad (luego veremos qué es éxito hoy en día), creo que tiene más sentido analizar caso por caso y no extraer generalizaciones. La navaja de Ockham es muy útil, pero no siempre simplificar da la explicación correcta. No es nada nuevo criticar a la Universidad en España. La ofensiva comienza a ser generalizada. Muchos/as señalan como uno de los cabezas de turco de la actual crisis (sobre todo por el desempleo entre los jóvenes) a las instituciones educativas (en todos sus niveles). Es cierto que en ocasiones ni la Escuela ni la Universidad preparan al alumno/a para lo que se va a encontrar en el mundo real. También es cierto que la Universidad carece en ocasiones de práctica. Sin embargo, el argumento generalizado de que no se prepara profesionalmente a los alumnos para el mercado laboral parte mal de la base, ya que nunca fue ése el objetivo de la Universidad. La Universidad tiene como fin potenciar el intelecto de las personas, dotarles de conocimientos y de capacidad de reflexión. Aptitud y actitud, sutil diferencia. Independientemente de la profesión, el 90% de las cosas que tienes que hacer tienen que ver con la actitud y el 10% con la aptitud.
¿Tanto condiciona la Universidad entonces? El problema está en el discurso habitual de vilipendiar la educación, y más aún, en no profundizar en qué se entiende por ello. Una cosa es la educación, y otra el aprendizaje. Y aprender, se aprende en muchos lados. Saber el que más de algo (conocimientos, aptitudes) no te hace ser el mejor, ya que influyen muchas otras competencias (actitudes). El nuevo Espacio Europeo de Educación Superior (el famoso proceso de Bolonia) se centra en trabajar muchas de ellas (trabajo en equipo, creatividad, liderazgo, etc.).
Todo ello nos lleva a concluir que ser buen alumno no mantiene correlación con llegar a ser mal empresario o no tener éxito. Análogamente, haber sido un mal alumno no te garantiza que seas el próximo Steve Jobs o Martín Varsavsky. La correlación de la que habla el empresario argentino no existe. Quizás se refiera exclusivamente a las Escuelas de Negocio (donde él imparte clase). Creadas durante la segunda mitad del siglo XIX (las Universidades nacieron entre los siglos XI y XIII), se crearon para preparar a la élite que debía gobernar las empresas en el capitalismo de la era industrial. Pero aquí no entra el colectivo universitario. Estamos hablando de grupos diferentes.
Por último, ¿a qué se refiere con triunfar? ¿Volverse rico? Es cierto que las definiciones de éxito generalmente aceptadas se originan en una sociedad orientada a la eficiencia, la excelencia y la competitividad. Lo que no es considerado útil no tiene valor. Los conocimientos y competencias deben ser herramientas útiles. Es por ello, que quizás sea hora de redefinir el concepto de éxito generalmente aceptado. ¿Dónde dejamos el compromiso social de toda Universidad? Supongo que hay tantas definiciones de éxito como personas en el mundo. De todos modos, como dijo el poeta inglés del Siglo XVII Robert Herrick, “Si al principio no tienes éxito, redefine el éxito”.
[Continuará]
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[…] se ha mejorado con respecto a 2001. Más de un 64% posee estudios universitarios -inciso mío, ah sí, que la universidad no valía para nada– que complementa con el conocimiento de idiomas. Un dato curioso es que el 30,88% de los […]
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